Muro de un barco visto desde el agua, con una escalera metálica, una escotilla y algunas aberturas, iluminado por luz cálida.

Barcelona, el nostre port

Barcelona es un puerto muy antiguo que cuenta con más de 500 años de historia a sus espaldas. El inicio del puerto que hoy conocemos se remonta a la época de Alfonso V, quien concedió al Consejo de Ciento la autorización para construir un nuevo puerto en las orillas de la ciudad condal. Naturalmente podríamos ir más allá en la historia del puerto de Barcelona y hablar de la época fenicia, griega o romana. Los romanos utilizaban las ánforas de forma similar a la que hoy utilizamos los contenedores marítimos.

Ya desde sus inicios, el puerto de Barcelona ha estado estrechamente ligado a la ciudad y ha sido motor social, económico y cultural durante siglos. El puerto comercial no ha sido únicamente un eje industrial y de crecimiento sino que ha tendido puentes culturales entre la ciudad y tantas otras culturas que han anclado en nuestro mundo. Los antiguos griegos tenían varias formas de referirse al Mediterráneo. Una de ellas era pontos ya que veían y entendían este mar como una inmensa ruta de conexión entre países, culturas y civilizaciones. 

Barcelona, desde sus inicios, ha sido una ciudad marítima y portuaria. Una puerta abierta al mundo en la que se calcula que, actualmente, trabajan, en actividades relacionadas con el puerto, unas 40.000 personas. Este reportaje documental se adentra en las manecillas de este preciso reloj. Un ecosistema vivo que funciona como un complejo engranaje que no cesa. Siempre activo, todas las horas y días del año. 

Aún así, el Puerto de Barcelona es un reloj que funciona gracias a las personas que trabajan allí. Este proyecto es un homenaje a sus historias, como la de mi abuelo y la de mi padre, que fueron, durante toda su vida, una pequeña parte más de este gran artilugio al que llamamos: el Port de Barcelona.